La clase de hoy va sobre aceptación. Y supongo que he de ser el primero para dar ejemplo, así que allá vamos.
De aquella época en la que empezaba un libro cuando acababa el anterior, resumiré (es decir, contaré a mi manera) lo que descubrí leyendo a Schopenhauer. Éste explicaba que el carácter de alguien lo recogía su hábito, el cual a su vez se conformaba por el modo de proceder de una persona, de actuar. Recuerdo que me hizo pensar bastante porque, si bien la 'definición' anterior resulta obvia, yo nunca me había planteado hasta qué punto elegimos nuestra forma de ser, o simplemente somos.
De hecho, el simple hecho de elegir una forma de ser lleva consigo una determinación implícita a 'elegir' algo, a decidirse, la cual podría considerarse la esencia de esa 'forma de ser'. Pero, ¿somos entonces libres para actuar como nosotros queramos?. Muchos dirían que sí, que podemos elegir nuestra manera de comunicarnos, que podemos mostrar al resto solo la cara que escojamos, y en definitiva que nuestra imagen es creada, y entonces elegida por nosotros mismos.
Por otra parte están los sensiblones que opinan que cada uno es como es, con sus cosas buenas y malas, con sus sonrisas y lloros, y que esa 'imagen' de la que hablan los otros no es sino hipocresía. Pues bien, entre éstos me incluyo, aunque sí es verdad que ofrezco un poco de manga ancha.
Opino que la esencia de las personas no se pierde, pero muchas veces se olvida. Alguna de ellas, se olvida para siempre. ¿Se pierde entonces? No lo creo, pues no desaparece. Pero se oculta, sí, asustada, intimidada, auto-rechazada,... por las otras imágenes hipócritas que esconden esencias en el mismo estado. ¿Qué tontas las esencias, eh? Se destruyen unas a otras. Igual que las personas que las portan.
No obstante, y aunque no crea en el cambio cualitativo de las esencias, resulta idiota rechazar los cambios cuantitativos. Para comenzar uno de estos hay que identificar los defectos, y este es el paso más difícil pues implica, lo que para mí es la virtud más valorada: la capacidad de aceptación. Implica reconocerse y aceptarse con él, y tener ganas de cambio. Pongamos un ejemplo:
Soy jodidamente bueno (o hipócrita) no viendo lo que no quiero ver. Hay gente que no puede con ello, y entonces contesta mal, discute, pide explicaciones, etc. Yo no, se caminar sobre ello, y camino una, dos y tres veces. Salto una, dos, y tres piedras. Cuando llega la hora de caer (o de ver) la hostia es impresionante. Durante un tiempo me consolé pensando que un golpe cada no se cuantos meses, es más productivo que andar arreglando el camino día a día. ¿Pero para qué engañarnos, no? Al fin y al cabo la asignatura pendiente de hoy es la aceptación.
¿Qué voy a hacer? No tengo ni idea, como dije está suspensa,... pero entre tantas ganas de llorar veo las posibilidades de cambio, porque veo las de dejar de ser tan depresivo. Siento no encontrar una solución rápida, que pudiera ayudar también a quien me lea vía "saltar al siguiente blog". Pero prometo mostrar resultados cuando los haya. Tal vez lleguen con el fin del bipolarismo mencionado en las últimas entradas. Casi llevo mes y medio con él, y alguien me dijo hace poco que nada es para siempre.

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