stereo sonic

24.7.11

I hope it can last forever.

    Hace tiempo comentaba en una de mis entradas que el primer año que llegué a Madrid me gustaba observar la Gran Vía cada vez que cruzaba el semáforo de Plaza de España, y sentir que estaba en Madrid, y que para bien o para mal estaba donde había elegido. También comentaba que aunque este sentimiento me alegrase cada vez que se repetía, estaba representado por la primera vez que lo había experimentado.  Y sobre ello va la entrada de hoy, sobre la pequeña manía que tengo para retener las primeras veces que ocurren las cosas. 



   Gracias a esta inconsciente forma de acumular recuerdos, tengo grabada en mi memoria ciertos momentos que, si los colocara en línea recta sobre una cartulina verde, representarían mi vida. 
   Entre ellos puedo destacar la primera vez que fui a un campus de baloncesto, y hablé con Javi, quien sería después mi mejor amigo; la primera vez que me regalaron una Game Boy, o la primera Game Boy que me regalaron, y la noche entera que me pasé jugando al Super Mario (aunque con Luigi); la vez que mis padres compraron un ordenador y estuve toda la tarde escribiendo en el Word y jugando al Buscaminas; el primer torneo de baloncesto en Ibiza, y el desmadre en los camarotes; la otra en la que hice el primer viaje con mis compañeros de clase a Barcelona, y tuve la oportunidad de hacer el bobo por la noche con amigas como Ana y Patri.

   La primera borrachera en San Mateo con un botella de vodka (para 8 personas); el primer beso y la primera *****, fuera de todo y sintiéndome en un mundo aparte; el primer recorrido en metro a la universidad, y el calor asfixiante en Ciudad Universitaria a las 7:30 de la mañana; la primera fiesta el primer día con mis primeros compañeros de piso; ... y más primeras veces que ha habido hasta la última: el primer día con Internet en el móvil, y mi primer smartphone. Éste ha sido un regalo de Pablo, por lo que él, Yanyan, la ensalada varesA así como los camareros drogados del Vips, y Anne Hathaway pasan a formar parte de uno de esos recuerdos que no me hará falta acordarme un día por casualidad, porque se que no los dejaré de tener presentes.

   Y ahora ya, no hablando del pasado, quiero mencionar que ayer no fue un día de primeras veces, y sin embargo tampoco lo quiero olvidar (especialmente el final del día). He tenido esta semana lo que antes consideraría motivos para no estar bien, y sin embargo, me gustaría acordarme de cada una de las partidas al Tiny Wings, y de cada una de las pelis que he visto. Es difícil tener una racha de subida de adrenalina en tu vida, de hecho, lo más normal es tener el efecto contrario, el que sentíamos de niños cuando volvíamos de un campamento de verano después de no parar durante quince días y le decíamos a mamá ¿Qué hago? ¿A dónde vamos a ir esta tarde? ¿Qué hacemos?. Pero, si ese "más normal" se torna en tranquilidad, en mantener el poder suficiente para que lo malo no te afecte, y en querer recordar como en las primeras veces aunque no las haya, ¿no es acaso motivo para estar feliz? 


 

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