Eres joven, guapa e inteligente. Como no te lo dijeron suficientes personas, todavía no te diste cuenta. No te preocupes, ya lo harás.
Nos conocimos con solo once añitos, y me olvidaste durante seis. A los diecisiete, volví a descubrir tu voz en un autobús camino al aeropuerto. "¿Eres Eva verdad? Aquel verano de quinto de primaria,...". No pasa nada porque no me reconozcas, tenemos un largo mes por delante para que recuerdes que fuimos amigos.
Y volvimos a reír, a abrazarnos, a repasar nuestras vidas, a pensar en el futuro, a ahogarnos en un vaso de agua, a robar chocolate, a quejarnos, a defendernos, a enviarnos mensajes escritos con ketchup sobre platos de plástico,... a estresarnos, a gastar dólares como si no hubiera un mañana, a comer solo uvas para compensar el chocolate,... y de nuevo, a separarnos.
Pasaron cuatro veranos, y vuelvo a acordarme en agosto de ti, y siento que estés triste esta tarde, y que tenga que ser una red social el medio por el que lo sepa. Se también que durante este tiempo no me olvidaste, y lamento que no tengamos un mes, ni el dinero suficiente, para volver con los yonkies, o simplemente, para poder desayunar todos los días juntos.
Pero no se trata de que me añores esta noche, ni de que escuches canciones tristes, ni tampoco de que pagues tu rabia prohibiéndole a tu hermano ver porno. Lo importante es que se te dibuje una sonrisa, y estés un pelín más alegre, y descanses para empezar una de las últimas semanas de verano con la vitalidad que te caracteriza.
Hubo un tiempo, que duró más de lo que me hubiese gustado, en el que el día uno me sentía decepcionado; el día dos trataba de encontrar nuevos motivos que consiguieran que no me sintiera mal; el día tres volvía a sentirme rechazado y decepcionado; y el día cuatro intentaba que fuese un nuevo día dos.
Hubo también varias razones que yo creía eran la causa de esos tres estados. La primera de ellas: ser gordito,... y no el gordito gracioso molón que aparece en algunas películas. La segunda, ser el empollón de la clase. Otra, llevarme siempre muy bien con las chicas.
Cada vez que conseguían hacerme llorar, buscaba una nueva causa a la que culpar, y trataba de corregirla. Ellos no lo sabían, pero me hicieron más fuerte, y para bien o para mal, me corrigieron. No obstante, no siempre acepté el rechazo ni mi reacción ante él, y la mayoría de las veces pensaba: una y no más. No volveré a mostrarles mi cara de ofendido, pero tampoco mi sonrisa. No les pagaré con su misma moneda, pero tampoco les miraré a la cara. No volveré a ilusionarme, pero tampoco volveré a llorar.
Sin embargo, y aunque esa fortaleza de la que hablo fuese creciendo poco a poco, siempre dolían los susurros, y las risas en alto cuando te equivocabas, y las ganas locas por incentivar esas risas. Todo ello proveniente de la gente con la que estabas compartiendo tus momentos, los cuales no deberías olvidar... y no precisamente por las ganas de marcharte.
Lo fácil de Madrid es que ese una y no más es demasiado sencillo. En una ciudad con más de tres millones de habitantes, olvidar una cara es más fácil que verla día a día. Más incluso que recordarla.
Y a pesar de todo, para mí siempre fue lo más triste. Ahora tú eliges con quién compartes esos momentos, y las personas elegidas no tendrán que ser, por descarte, "las que vayan contigo a clase". Serán tus amigos, los que acepten lo bueno, y lo malo, los que tú decidas.
Y sí, hablo en general porque no podría particularizar en mi persona el párrafo anterior y pretender que tuviera sentido. Yo siempre elijo mal, y la única persona que me acepta es Ana. Ya no soy gordito, ni soy el empollón de la clase, ni digo nunca que no a otra copa,... pero vuelvo a sentirme triste al verme rechazado, y odiado, y ver como haciendo ese tipo de sentimientos público, estén quienes se sientan bien, y se rían.
Sí es verdad que sigo siendo bastante amigo de las chicas, y por eso hoy me pegaron un puñetazo en la academia. Supongo que hay gente que tarda más en crecer, en darse cuenta... o que nunca se sintieron apartados, o rechazados, o "gorditos", y entonces nunca aprendieron.
Hoy lunes, y tras mucho tiempo, toca decir: Una, y no más.
Han sido muchísimas las mezclas de sentimientos y estados que he experimentado estos días: soledad, tristeza, embriaguez, tristeza, esperanza, felicidad, aceptación, soledad y relajación. Y en ese orden.
A menudo hablo sobre las amistades, y es porque las valoro mucho. Pues bien, hoy hablaré de Natán, que ya lo mencioné en alguna entrada anterior, pero no lo presenté. Con la gente, en general, se suele empezar guay, yo siempre dije que todo el mundo es majo para pasar una hora. Con Natán, sin embargo, tuve un comienzo un poco más difícil, pero los dos tenemos un punto en común muy fuerte: somos adaptables. Valoramos el estar juntos y sabemos que estaremos bien allí donde estemos, y por eso mismo no ponemos muros, sino que... nos adaptamos... y eso nos hizo superar el primer muro.
Cuando después te distancias una temporada de alguien, lo más habitual es que la relación se enfríe. Que la otra persona se convierta en alguien a quien "reconocer" cuando te lo encuentras por casualidad en la calle, o en "reconocer" también cuando quedas con ella en un bar para charlar del momento de la vida en el que coincidisteis. Y hablo de reconocer porque, obviamente, esa persona ya no es la misma, cambió debido/y-junto a sus circunstancias. No obstante, hay un reducido grupo de gente con la que esto no ocurre: tus amigos, o más bien, tus pocos-y-siempre amigos.
Con ellos la cosa es distinta, pueden haber estado poniéndote excusas durante un mes para no quedar porque no les salía del pito beber, o salir de fiesta, o ese plan que tú proponías (aunque se quedaran en casa viendo la tele); pero son capaces de coger el coche un lunes a las 00:00 de la noche para, tras media hora de viaje, darte un abrazo y hacerte sentir que no estás solo. O escribirte 10 privados a tuenti y sumarle 10 mensajes en el móvil a las 10 llamadas perdidas. O hacer cualquiera de esas cosas estúpidas que tú, de igual forma, solo harías por cuatro o cinco de esos 200 "reconocidos" que tienes en facebook.
Había estado todo el mes de junio, y un poco más, sin ver a Natán. Por exámenes, o por egoísmo y dejadez para sacar media hora un día. Por darle prioridad a otras cosas. Por esas excusas que se ponen.
Y después de todo ese tiempo, compartió mi embriaguez, trató de calmar mi tristeza, y colaboró en mi relajación.
Y en solo ocho días vuelve Kami de Marruecos, otra muy adaptable. Y en doce, Jaime (de alguien que organiza fiestas mexicanas en su piscina ¿Qué deciros?). Y en tan solo dos, Pablo acaba de currar. Y me sobra un dedo de la mano, pero estoy feliz porque sinceramente, no tengo ninguna gana de levantarlo.
Las cosas malas que ocurrieron, no tienen importancia. Me quedo con ellos, mis amigos, con los que se reafirman en las peores ocasiones, y con los que compartiré las buenas rachas que llegan tras las malas. Y aunque tenía preparada Edwin Collins & The Drums - In Your Eyes para una entrada cuyo texto era mucho más deprimente, os recomiendo que la escucháis pero dejo una canción que sintetice lo que quiero recordar de estos días de tantos sentimientos.
Hace dos días alguien me dijo la frase más bonita que me jamás me habían dicho nunca, y fue mi nuevo compañero de piso: "Aquí no nos dividimos nada, cuando alguien ve algo sucio lo limpia". Después de vivir un año entero con dos tías (entre otra gente) que no barrieron ni fregaron ni ... bahh, no sigo con la lista de cosas que debieron hacer y no hicieron, esa frase me llegó al corazón.
No obstante, como se que el joven Vacas me lee desde algún chabisque alquilado bajo las alcantarillas de París, aprovecho para mandarle un saludo y confirmarle nuestra teoría sobre que en lo que a compartir pisos se refiere, los tíos somos algo más limpios (y ordenados) que las tías. Con esto aprovecho también para decir que la mudanza fue guay, los otros dos chicos son muy majetes, y pinta bien la estancia aquí para, al menos, el próximo año.
Y pensando en que es el tercer piso en el que viviré, he pensado también que ya estoy en la cuenta atrás del último mes que cierra el periodo de los dos añitos que llevo en Madrid. Si bien el año pasado en estas fechas creía que no podía haber cambiado más mi vida en un año, he de decir que este curso (y sí, yo mido los años por cursos, de agosto al agosto siguiente... porque en verano también hay que estudiar) no me he quedado atrás. Algo más centrado en la carrera, con amigos más sólidos, y haciendo uso de todo aquello que aprendí el primer año a base de hostias, claro.
Sin embargo, tengo la sensación de que no hago bien "centrándome tanto". Con ello quiero decir que a veces siento que vivo lo que me correspondería vivir de aquí a unos años. Y se confirma esa sensación cuando veo el ritmo de vida que llevan la mayor parte de mis amigos (o ex-amigos). Esto no quiero decir que cambie absolutamente nada de lo que tengo/hago ahora, ni de lo que tuve/hice... pero, si bien es verdad que lo más positivo de ellos ha sido que fueron en continuo cambio, hasta el punto en que siento mi vida un poco adulta, ¿cuánto más seguirán cambiando?.
La gente teme el cambio, se aferran a sus trabajos, a sus ciudades, a sus móviles que saben usar, a sus vidas... y más aún, temen no poder cambiar con él. Pues bien, yo temo la quietud; también las metas que no abren las puertas de nuevas carreras; o que la sucesión convergente de cambios aislados, y tal como indica la definición de límite, traiga uno que no lo sea.
Tampoco es que me obsesione, ni que piense continuamente "¿Qué hago con mi vida?", pero a veces me emparanoyo un rato con ello. Así pues, llegué a la conclusión de que dejaré de estudiar matemáticas esta semana, para que no se me ocurra otro comentario tan freaky como el del límite; y bajaré mañana al parque a correr,... que la pista de atletismo es circular y no se si abriré nuevas puertas, pero correré por si acaso.
Ahh! Se me olvidaba comentar que me di cuenta, tras un amago que tuve hoy de salir por la noche y en consecuencia buscar desesperadamente alcohol por casa, que me dejé una botella de Knebep en el otro piso. Me sentí totalmente indignado y estúpido porque la trajo Natán desde el Mercadona de al lado de La Gavia cuando estuvieron mis amigas helmánticas en marzo, y la guardaba para bebérmela con él o con ellas. Así que chicos, sepan ustedes que Giovanni se la beberá a nuestra salud, e irá después a "refregotearse" o "refrotarse", como ella decía, al Aqua Barra.