Hace dos días alguien me dijo la frase más bonita que me jamás me habían dicho nunca, y fue mi nuevo compañero de piso: "Aquí no nos dividimos nada, cuando alguien ve algo sucio lo limpia". Después de vivir un año entero con dos tías (entre otra gente) que no barrieron ni fregaron ni ... bahh, no sigo con la lista de cosas que debieron hacer y no hicieron, esa frase me llegó al corazón.
No obstante, como se que el joven Vacas me lee desde algún chabisque alquilado bajo las alcantarillas de París, aprovecho para mandarle un saludo y confirmarle nuestra teoría sobre que en lo que a compartir pisos se refiere, los tíos somos algo más limpios (y ordenados) que las tías. Con esto aprovecho también para decir que la mudanza fue guay, los otros dos chicos son muy majetes, y pinta bien la estancia aquí para, al menos, el próximo año.
Y pensando en que es el tercer piso en el que viviré, he pensado también que ya estoy en la cuenta atrás del último mes que cierra el periodo de los dos añitos que llevo en Madrid. Si bien el año pasado en estas fechas creía que no podía haber cambiado más mi vida en un año, he de decir que este curso (y sí, yo mido los años por cursos, de agosto al agosto siguiente... porque en verano también hay que estudiar) no me he quedado atrás. Algo más centrado en la carrera, con amigos más sólidos, y haciendo uso de todo aquello que aprendí el primer año a base de hostias, claro.
Sin embargo, tengo la sensación de que no hago bien "centrándome tanto". Con ello quiero decir que a veces siento que vivo lo que me correspondería vivir de aquí a unos años. Y se confirma esa sensación cuando veo el ritmo de vida que llevan la mayor parte de mis amigos (o ex-amigos). Esto no quiero decir que cambie absolutamente nada de lo que tengo/hago ahora, ni de lo que tuve/hice... pero, si bien es verdad que lo más positivo de ellos ha sido que fueron en continuo cambio, hasta el punto en que siento mi vida un poco adulta, ¿cuánto más seguirán cambiando?.
La gente teme el cambio, se aferran a sus trabajos, a sus ciudades, a sus móviles que saben usar, a sus vidas... y más aún, temen no poder cambiar con él. Pues bien, yo temo la quietud; también las metas que no abren las puertas de nuevas carreras; o que la sucesión convergente de cambios aislados, y tal como indica la definición de límite, traiga uno que no lo sea.
Tampoco es que me obsesione, ni que piense continuamente "¿Qué hago con mi vida?", pero a veces me emparanoyo un rato con ello. Así pues, llegué a la conclusión de que dejaré de estudiar matemáticas esta semana, para que no se me ocurra otro comentario tan freaky como el del límite; y bajaré mañana al parque a correr,... que la pista de atletismo es circular y no se si abriré nuevas puertas, pero correré por si acaso.
Ahh! Se me olvidaba comentar que me di cuenta, tras un amago que tuve hoy de salir por la noche y en consecuencia buscar desesperadamente alcohol por casa, que me dejé una botella de Knebep en el otro piso. Me sentí totalmente indignado y estúpido porque la trajo Natán desde el Mercadona de al lado de La Gavia cuando estuvieron mis amigas helmánticas en marzo, y la guardaba para bebérmela con él o con ellas. Así que chicos, sepan ustedes que Giovanni se la beberá a nuestra salud, e irá después a "refregotearse" o "refrotarse", como ella decía, al Aqua Barra.
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